Durante toda mi vida, nunca tuve un control firme sobre lo que significada mi hogar. Sí, vivo en la casa misma que en el que crecí. Sí, sé el horizonte de Filadelfia muy bien, sus distritos, sus puentes, las cosas que lo hacen un lugar para vivir. Y sí, hice algunos amigos aquí y allá. Pero, el hogar es fugaz. Como un pájaro, la sensación se va. El hogar es algo que se cansa rápidamente, ya no funciona, a punto de estallaren las costuras con recuerdos largos y repetitivos. El hogar no tenía nada que darme, y todos mis amigos se volvieron a la sombra: fría, sombra aislante.
Cuando estaba en la escuela secundaria, ya tenía suficiente: necesitaba irme o de lo contrario nunca lo haré. He probado los sorbos de libertad en otros mundos, y quería más. Como resultado, trabajé por encima y más allá, para asegurar una apertura, libre de lo mundano. Supere las probabilidades de la escuela secundaria y fui a la universidad. Entonces Haverford era el nuevo hogar; un lugar para crecer, comenzar de nuevo. Todavía estaba obligada a ir a mi casa vieja durante los descansos, pero lo pensé como un compromiso voluntario.
¿Recuerdas lo que dije sobre el pájaro? Iba a llegar tarde o temprano.
Los problemas asociados con el hogar ahora se volvieron parte de Haverford. La gente crece, las cosas cambian. Y al estudiar en el extranjero, me coloqué a distancia. Fui a España y volví un hombre nuevo. Mi piel se siente diferente. Mi sangre fluye mucho más tranquilo en la noche. Caminé en los parques naturales y las montañas, y ahora tuve que volver a aprender a usar mis piernas en el asfalto americano. Un semestre después y aquí estamos, de vuelta a la mundanidad.
A veces me pregunto si “mi hogar” fue una mentira que hice en mi mente. Y a veces me pregunto si mi mente realmente está mi casa.